Porqué en moto

A la Morocha la vi nacer a principios del 2010. Acababa de llegar de mi estadía en Japón y decidí intentar con un trabajo común después de 10 años dedicados al tango. Como este trabajo quedaba en zona norte y yo vivía en Boedo fue que se me ocurrió comprar una moto para evitar las dos horas de bondi.
Si bien nunca en mi vida había manejado una moto, desde un comienzo busqué una "chopera que me sirviera para viajar" fiel a mi insaciable sed de aventuras.
Pero jamás imaginé lo que sería viajar en moto. Es muy distinto a otro tipo de viaje, cualquiera que sea, por varios motivos, a saber:

  • Viajando en moto somos el paisaje y yo, sin nada de por medio. Dentro de cualquier otro tipo de vehículo motorizado, uno viaja encapsulado, protegido. Es algo así como esa frase que dice que en una embajada uno está pisando suelo de su país. Bueno, viajando en auto uno está de alguna forma dentro de la seguridad de su hogar, de su ciudad. Además, en moto no hay nada que obstaculice la visión, y para sentir la tierra que se recorre sólo hay que estirar una pierna. La comunión con el entorno es muy poderosa.
  • En moto te podés meter en cualquier lado, y eso que no tengo una todo terreno...
  • Viajando en moto no se puede hablar ni escuchar música, tanto el conductor como el acompañante se enfocan en el viaje. Luego de las primeras horas de ruta se produce un curioso estado alterado de conciencia, como que uno entra en otra sintonía más real que la acostumbrada de imágenes y palabras, más acorde con la naturaleza que forma este mundo.
  • El viento en la cara no es una frase hecha, es una sensación de libertad que ni el más crudo invierno puede aplacar.
  • Es exageradamente poco el equipaje que se puede llevar. Esto, que al principio parece una calamidad, es más tarde un descubrimiento de lo poco que se necesita para vivir.


Coqueando en una ruta de cornisa antigua perdida en los cerros que une Salta con Jujuy

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