En mis tantas visitas resultó siempre difícil reunir a la monada, ya a esta edad cada uno tiene su rutina y es difícil salir de la telaraña que sin darnos cuenta nos fuimos armando. Por más que los años dorados mientras duraron parecieron eternos, las obligaciones y horarios que creamos nos terminaron convirtiendo en prisioneros. Con nosotros me incluyo chamigos.
Entonces apliqué una táctica nueva que funcionó de maravillas, inspirada por la salida de la primer noche con el Caruso a la Laguna de Los Padres (en el anterior capítulo). Hice privadas. En vez de perder tiempo organizando un difícil encuentro colectivo, durante los distintos días que estuve allá los fui visitando de a uno, cargándolos en la Morocha y llevándolos de joda a los lugares que yo quería visitar, mis lugares preferidos de la zona de Mardel. Todo un flazzz.
Con el Kili en la playa del Vivero de Miramar |