lunes, 23 de septiembre de 2013

Provincia de Buenos Aires parte IV

Por tercer día consecutivo, desperté en la bolsa de dormir rodeado de los típicos sonidos de la naturaleza. Motores a explosión, bocinazos y puteadas habían dejado de formar parte de mi entorno natural (por más que en mi casa no los escuche por ser silenciosa, pero sé que ahí afuera, a dos cuadras, están). Abrí la carpa y esta vez los perros estaban ahí, nadie los había echado al amanecer. Todos ellos festejaban el reencuentro, felices de verme, jugando y correteando conmigo, contagiándome la libre despreocupación de no andar imaginando futuros que amenazan ni recordando pasados que reprochan. El camping de Tapalqué, con sus cientos de árboles decorados con los colores del otoño, fue el mejor lugar para desayunar en calma y armonía. Como quien no quería la cosa me preparaba para lo que venía: el día de ruta más largo de todo el viaje.
El destino era Carhué, una pequeña ciudad cerca del límite provincial con La Pampa. No había una ruta de asfalto directa para llegar, por lo que tenía que comenzar alejándome para hacer dos empalmes y ahí sí recién dirigirme hacia allá. En total, iba a recorrer unos 386 km. Con la moto tan sobrecargada de equipaje, más dos personas, y a 80km/h, sabía de antemano que no iba a ser fácil. Lo que no me imaginaba eran los vientos...

Con Lupín, otro motoquero, mi anfitrión en Carhué
Desarmé la carpa y amarré todo a la moto bajo la sombra de los árboles. Una vez ya listos, estudié el mapa y arranqué. Llegué a la ruta donde cargué nafta y aire en las gomas, y puse 5ª en dirección contraria a Carhué.
La Morocha venía contenta, dócil. Avanzaba casi a 90km/h, sin esfuerzos y sin vientos. Claro, en realidad venía con viento en popa, por eso la velocidad y docilidad. Pero esos escasos 41 km antes del primer empalme iban a ser los únicos con viento en popa durante todo este viaje por la provincia. Cuando llegué al primer empalme y doblé a la izquierda, la docilidad se fue a la mierda. Un fuerte viento lateral con agresivas ráfagas me desestabilizaba constantemente. Era una ruta vieja y poco transitada, pero rápidamente me acostumbré a los volantazos. Al llegar a Gral Alvear , un pueblo a mitad de camino antes de llegar al siguiente empalme, fui a un supermercado a aprovisionarme para el almuerzo. Este es un pueblo muy tranquilo, ya que ninguna ruta importante pasa por ahí. Para llegar, hay que tomar específicamente esa ruta vieja.
Digamos que es divertido parar en un pequeño pueblo, imaginando que el espectáculo que doy no es lo que se dice algo "normal". Con una moto que parece un tractor de tanto que carga la pobre, ropa de moto, cascos y ese aire a kilómetros que mi cuerpo lleva encima, me siento algo así como una atracción para la gente local, como si acabara de bajar de una nave espacial ¡jajajaja! Compré para hacer unos ricos sánguches de crudo, queso y tomate, y seguí. Por esa ruta antigua y solitaria crucé de pronto un cartel que me llamó tanto la atención que frené y volví para hacerle la foto.

Un capo
Ahora cuando llegué a la ruta 295 que me llevaría a Carhué, o sea cuando recién empecé a dirigirme en la dirección correcta sabiendo que tendría por delante interminables 300 km plagados de camiones picarones, me encontré con lo que no esperaba, a pesar de ser totalmente lógico: al doblar nuevamente a la izquierda, el viento lo iba a tener ahora de frente, ¡híjole! Con el acelerador al taco, o sea literalmente girándolo hasta el tope, no iba a más de 70km/h sintiendo el pobre motor esforzándose por avanzar. Eso fue así todo lo que quedó del viaje, el cual recién empezaba. ¡Qué iba a hacer, me relajé y gocé!
Después de un par de horas salí de la ruta por la cual venía y me dirigí a Bolívar, distante a unos pocos kilómetros. Necesitaba cargar nafta, descansar, y lo más importante, morfar. Sentado en el pasto de una hermosa plaza llena de flores y árboles, disfruté de los chegusanes y de una hora de merecido descanso, sabía que lo peor aún estaba por delante, y que ya no iba a poder parar más si quería llegar todavía de día. Terminado ese delicioso paréntesis, otra vez arriba de la moto y ahí sí, decidido a llegar cueste lo que cueste.
Las horas se me hacían de goma, el culo se me dormía y la espalda se me endurecía, pero trataba de acostumbrarme a estos dolores y tomarlos como propios, para poder seguir adelante sin aflojarle al acelerador que venía siempre al taco desafiando la fuerza de la naturaleza que tiraba pal otro lado. Si bien pensaba hacer una parada, aunque sea de 5 minutos, en Laguna Alsina para sacar una foto y admirar el paisaje, cuando después de varias horas pasé por el lugar tuve que seguir de largo (esta laguna forma parte del sistema de lagunas encadenadas del oeste de la provincia, las cuales desembocan en Lago Epecuén). Aún faltaba mucho y ya había comenzado el atardecer. Hice una breve parada en una estación de servicio cerca de Guaminí, donde cargué nafta y devoré unas galletitas con un juguito, pero principalmente traté de estirar mi cuerpo destrozado, que apenas podía mover. Era como haber envejecido 30 años en apenas unas horas jajajaja. Pero así y todo no dejé pasar más de 15 minutos. Subí a la moto y otra vez a la ruta.
Ahí fue cuando vino lo más complicado. La ruta 33 que va hasta Bahía Blanca estaba llena, pero llena mal, de camiones, y el asfalto tenía huellas profundas. Esa parte fue realmente peligrosa. A pesar del entumecimiento focalizaba toda mi energía en estar concentrado cada segundo, ya que era un pequeño David rodeado de inmensos Goliaths que quizás ni me veían. Y todo con vientos que me sacudían y huellas en el camino que me desestabilizaban. Fue realmente una locura, lo más peligroso que me tocó en cuanto a ruta en moto en mi vida. Y me tocó cuando ya estaba hecho pelota, pero lo pasé. Concentrarme en la responsabilidad de llevar a otra persona conmigo sana y salva a destino me daba las energías necesarias para seguir adelante sin que el cansancio ni las dificultades perturben mis habilidades de manejo en una situación tan adversa como esa.
Sentí un alivio inmenso cuando tomé la desviación a Carhué dejando atrás esa pesadilla. Pero si bien después de todas las horas que ya llevaba encima faltaba poco, me encontré con una nueva dificultad, como para no quedarme sin la frutilla del postre: el sol. Fue realmente un viaje de todo un día, había salido de Tapalqué a la mañana, y el último tramo hacia Carhué, en dirección oeste, lo hice todo con el sol sobre el horizonte, exactamente frente a mí. No sabía cómo poner la cabeza para minimizar el fatal enceguecimiento. Manejaba con el marote de costado intentando hacerme algo de sombra con el casco sobre un ojo, y con ambos ojos entrecerrados, pero igual me estaba matando. No me quedaba otra que acelerar para llegar lo más rápido posible al destino que tenía fijo en mi mente: las termas, el lugar en el que un día entero de tormento físico quedaría atrás.
Llegué a Carhué justo cuando se puso el sol. Por un amigo de un amigo había conseguido alquilar un departamento bastante accesible y cómodo, propiedad de un tal Lupín. Lupín terminó siendo un pingazo, un personaje único que también acostumbra viajar en moto con el que trabé amistad y compartimos momentos inolvidables, picadas y fernets en aquellas extrañas regiones. Llegué por fin al lugar, desensillé como pude, tiré todo el equipaje en el departamento, agarré malla, toalla y volví a subir a la moto rumbo a las termas. Ya era de noche y estaban abiertas una hora más.
Desde que de chiquito lo vi a Jack Palance en "Aunque usted no lo crea" vestido de traje acostarse a leer el diario sobre la superficie del agua del Mar Muerto, que tengo pendiente ese lugar como uno de los destinos a visitar antes de morir. Siendo que sus aguas son las más salinas del mundo, la tensión superficial es tan alta que Jack decía (y demostraba) que uno flota como un corcho. Siempre quise sentir eso, sin sospechar que no necesitaba viajar hasta Israel, es más, ¡ni siquiera tenía que salir de mi provincia!  Resulta ser que el Lago Epecuén ocupa el segundo lugar mundial en cuanto a la salinidad de sus aguas, siendo 10 veces más salino que el agua de mar. Esto se produce porque es el destino final de todo el agua de la cuenca de las Encadenadas, un sistema de 6 lagunas y arroyos que desembocan en el Lago Epecuén, localizado en una depresión, que sólo merma su caudal por evaporación, logrando así su excesiva salinidad. Como si esto fuera poco, su alta concentración de sales y minerales aportan infinidad de propiedades curativas para quien en ellas se bañe, esta fue una de las razones que me ayudaron a no desfallecer en la difícil ruta que había vencido: ¡yo quería flotar como Jack Palance!
Apenas llegué a las termas me tomaron la presión y me fui a cambiar. La pileta se veía normal, hasta que me metí. Fue la gloria. Al sumergirme en esas extrañas y tibias aguas mi cuerpo finalmente se relajó. Me pasaba la lengua por los labios y notaba lo muy salada que era. En vano intentaba nadar subacuático, ¡no podía! El agua me empujaba hacia arriba. Sí pude hacer la plancha sin ninguna dificultad, hasta con el cuerpo de una bailarina encima del mío, ¡esa Jack Palance se la perdió! Era una sensación fantástica. Lo que no fue tan fantástico fue meter la cabeza debajo del agua. Al sacarla, algo de agua me entró en los ojos, y ahí sí, ¡mamita! Quemaba, era insoportable. Instintivamente me los refregué, pero fue peor. No me quedó otra que bancármela unos minutos lagrimeando a más no poder hasta que se lavaran. De a poco mis músculos y mi esqueleto fueron recuperando su elasticidad y docilidad. Había un cartel que indicaba no quedarse en las aguas más de 15 minutos. Yo habré estado unos 20, pero no salí por esa advertencia, sino por el ardor que ya sentía en los esfínteres. Una vez seco, advertí que la piel de mi cara era tan suave como cuando era un pibe.
Aproveché la noche para hacer una foto de la municipalidad, obra también del genial Salamone. Volví al departamento a cocinar unos fideos con tuco casero (con tomates de verdulería, no puré de caja) y a dormir como un bebé. Al día siguiente me esperaba el pueblo fantasma...

Otra vez en Ciudad Gótica

CONTINUARA...

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