martes, 21 de mayo de 2013

Noroeste parte II

Apenas transitados los primeros metros en moto por la ciudad de Salta, el cambio se notó. Si bien estaba a apenas 1200 metros sobre el nivel del mar, era evidente que el motor tenía menos fuerza, menos reacción. ¿Qué me esperaría cuando alcance los 4000 metros? Tanto mi mecánico como varios motoqueros más me habían recomendado algo que me pareció ridículo al principio, pero quién sabe: poner un trozo de cebolla dentro del filtro de aire para que el motor esté más oxigenado y tenga más fuerza. Llegado el momento de subir hacia Iruya, iba a hacer la prueba, aunque no contaba con que me estaba olvidando las herramientas...

Así comenzaba la ruta 9
Ruta de Cornisa Salta-Jujuy, con vista a un dique
Después de mucho pensar, había decidido llegar primero a Humahuaca atravesando toda la Quebrada, hacer la 1ª noche ahí, y salir a la mañana siguiente rumbo a Iruya. Si sobrevivía a semejante travesía, volvería bajando y recorriendo los otros lugares que tenía en mente. Para ir de Salta a Jujuy hay dos opciones: tomar la autopista como hace todo el mundo, que si bien es más larga es mucho más rápida, o tomar el antiguo camino de cornisa, una ruta angostísima entre las montañas, literalmente con cornisas, llena de curvas, subidas y bajadas. En otros tiempos fue la única ruta directa que conectaba ambas ciudades, no puedo imaginarme cómo harían los camiones para transitarla, escuché que hubieron numerosas muertes por accidentes. Pero conociéndome, imposible tomar la autopista sabiendo que tenía la opción de ir por las montañas, aún cuando después de llegar a Jujuy tenía que subir todavía hasta la quebrada de Humahuaca y atravesarla de punta a punta...

Ruta de cornisa, asombrosamente angosta
Límite Salta-Jujuy en la ruta de cornisa

Cuando terminan las cornisas, la recta antes de llegar a Jujuy
Esta ruta, la 9, es fascinante de principio a fin. Además de las vistas majestuosas entre esas montañas de espesos bosques con árboles inmensos por kilómetros y kilómetros de cornisas, llama mucho la atención el ancho de la calzada, que llega a ser de un carril dividido al medio, ¡¡porque es doble mano!! En las curvas hay carteles indicando "primero uno y después el otro", ¡¡porque dos autos juntos no pasan!! Y encima, en muchas de estas curvas hay pequeñas caídas de agua, así que están llenas de verdín y/o barro, las tenía que pasar con un cuidado... 20km antes de Jujuy ya se normaliza convirtiéndose en una recta hasta esta ciudad.

Parada a matear recién pasado San Salvador de Jujuy
Una vez cargadas provisiones y nafta, seguí hacia el norte manejando una moto cada vez más débil. Los árboles fueron los primeros en desaparecer. De a poco seguía subiendo, la Morocha parecía que venía con la lengua afuera de lo que le costaba correr. Los arbustos fueron cambiando su color de verde a amarronado. A lo lejos se veía en perspectiva que la ruta formaba un zig zag de varios kilómetros con una leve inclinación en subida, me llamó mucho la atención la velocidad de los camiones subiéndola, iban a paso de hombre. Cuando llegué, entendí porqué.
El zig-zag en cuestión era una subida interminable no tan leve como parecía de lejos, y dada la falta de oxígeno de las alturas a las que ya me encontraba, es que los camiones la subían lentamente porque los motores no tenían fuerza, tal es así que la subida es de dos carriles mientras que la bajada sólo de uno. La pobre Morocha no quedó exenta de semejante esfuerzo. ¡¡Tuve que subir en 3ª, y las curvas en 2ª!! Y como si esto fuera poco, el motor venía fallando. Ahí se me agudizaron las dudas, la moto nunca me había fallado así, ¿se estaría rompiendo? ¿Aguantaría cargar con tanto peso en las alturas? Y volvió la duda que llevaba adelante como una zanahoria colgando: ¿se bancaría el viaje a Iruya por un camino destruido en medio de la Puna 2000 metros más arriba?

Tortuosa subida en zig zag a la Quebrada
A pesar de mis dudas la Morocha siguió adelante, a 40km/h máximo toda la subida. Cuando finalmente llegué arriba dejando atrás ese zig zag del carajo y me di cuenta de que entraba finalmente en la Quebrada de Humahuaca, se me hizo un nudo en la garganta y casi se me pianta un lagrimón, había olvidado la intensa belleza de esa región. La ruta corría junto al lecho de un río casi seco, surcada por cerros salpicados de colores, más lindo no podía ser. Paulatinamente fui dejando atrás Purmamarca, Maimará, Tilcara. Paralela a la felicidad de manejar la Morocha por la Quebrada, tenía un dolor de espaldas que ya no aguantaba más, pero respiraba hondo y seguía adelante, hasta que al fin llegué.

La Quebrada de Humahuaca abriéndose ante mí

Las pinceladas de Dios


¡Humahuaca por fin!
Entrando en Humahuaca lo que queda de mi espalda y yo
Entré en Humahuaca directo a buscar un hotelito donde dejar las cosas. Estaba apurado, no me quería perder el atardecer. Encontré uno medianamente barato no tan turístico como otros que hace 15 años no existían, dejé las cosas y me volví a subir a la moto ya sin nada de carga. Enfilé parriba por una calle de tierra, subí todo lo que pude por caminos en estado lamentable que en teoría sólo una moto cross podría hacer ya que además de ser empinadísimos y llenos de piedras sueltas habían huellas muy profundas hechas por las lluvias. El olor del polvo levantado me trajo infinidades de bellos recuerdos. Cuando ya no pude seguir más dejé la moto y seguí a pie montaña arriba hasta que encontré mi lugar, sentado junto a un cactus en un mirador con la Quebrada a mis pies. Finalmente había llegado, el lugar en el que había encontrado la libertad a mis 20 años me recibía con alegría una década y media después. Sentía que el viaje, la aventura recién empezaba. Y a pesar de contar con apenas 6 días, sabía que iba a ser inmejorable.

Atardecer con vista a la Quebrada

Avistaje de la primer cholita
Entusiasmado había encarado  esa subida en moto sin pensar en que todo lo que sube... ¡tiene que bajar! No fue nada fácil, pero en 1º, con el pie derecho en el freno y el izquierdo en el piso fui bajando. Ahí sí dejé la moto en el hotelito y me fui caminando a buscar dónde comer. Encontré un lugar donde me deleité con un guiso de quinoa delicioso y un vinito de Cafayate, y como obviamente tenía la cámara y el trípode encima, usé la reserva de la energía que me quedaba más la que me había aportado el guiso para recorrer el pueblo haciendo fotos.

Donde comí el guiso de quinoa que me devolvió el alma al cuerpo

Humahuaca hermosa

Autorretrato
Fantasmas en la noche

Cuando finalmente llegué a la cama la partí de lo pesado que dormí. A pesar de los consejos de no hacer dos jornadas de ruta seguidas, tenía que juntar fuerzas ya que el día siguiente iba a ser el tan esperado desde que había decidido hacer este viaje frente al mapa, observando el desafiante camino a Iruya.

CONTINUARA...

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