- ¿Con esta moto me puedo ir hasta las Cataratas?
Se dio vuelta, sonrió y dijo ¡claro!
Tenía muchas ganas de recorrer esa provincia, desde hace mucho. Conocía cataratas, sí, pero
absolutamente nada más de esas selvas. Por eso, la mañana que desperté con Misiones al alcance de mi mano el sol brilló más radiante que de costumbre. Armé las alforjas bien temprano y salí a la ruta, Corrientes fue quedando atrás en un adiós de hasta la próxima. Al comienzo eran los campos infinitos. Cuando pasé por el empalme de la ruta de tierra que venía desde los Esteros (la que pensaba agarrar originalmente para salir de Colonia Carlos Pellegrini con los primeros 30km/h de arenales pero la lluvia no me dejó), lo miré imaginando la aventura que me había perdido, y no pude evitar dudar de su éxito. Dejé esa idea atrás y aceleré de frente al nuevo cambio en la travesía.
Al norte de Corrientes el terreno ya se empezó a ondular y aparecieron las primeras sierras y campos de yerba mate. La mano venía interesante venía. Hice una parada bajo un arbolito a la altura del establecimiento Las Marías, pocos kilómetros antes de la frontera, para entrarle a la picada con mate. Después de unos minutos de tareas preparativas de los materiales a ingerir, me dispuse a achicarlos y lubricarlos a masticada limpia mientras que mi realidad bajaba su ritmo afinando con el del entorno y me entregué a la contemplación. Me llamó mucho la atención verme rodeado, por toda la extensión del pastizal bajo cuyo único árbol me sentaba, de insectos dedicados a la orgía desenfrenada. Eran una especie de hormiga voladora pero más grande, habían millones, y TOD@S estaban entregados al sexo.
Campos de mate hasta el horizonte |