viernes, 8 de febrero de 2013

Córdoba parte I


Y pues heme aquí en mi primer entrada, a las puertas de un relato que con necesidad surge de la punta de mis dedos. Esta mañana lluviosa y Creedence cargándome una energía fabulosa forman la combinación justa para encontrarme con ustedes, de esta manera.
Esta vez me fui de moto a Córdoba con una bailarina a la que no puedo nombrar, ni cuya cara puedo mostrar por esos asuntitos de pareja que a veces terminan mal. En realidad, la moto la mandé varios días antes en mionca como para que, el 1º día de mis vacaciones, ya me encontrara yo bien temprano por la mañana retirándola de un galpón en las afueras de Córdoba Capital, después de haber viajado toda la noche en micro. Me manejé de esta manera ya que 10 días es poco como para perder dos entre la ida y la vuelta para llegar encima con los huesos fosilizados, por lo que había que atenerse al plan: el plan indica que deben destinarse desde el primer al último minuto del viaje al disfrute generalizado. Por eso, una mañana lluviosa días antes del viaje fui a entregar la moto a un barrio que parecía de otro planeta. Quedaba del otro lado de la ciudad, pasando una zona de terrenos baldíos llenos de escombros. El barrio en cuestión estaba formado íntegramente por galpones junto al Riachuelo, por lo que la imagen de esas calles atestadas de camiones conmigo esquivándolos en moto bajo el diluvio fue dantesca.

La Gatrola, alguien que padece mis viajes
Me llamó especialmente la atención que, apenas comencé a hacer las alforjas dos días antes de partir, la Gatrola (mi gata) se alejó al lavadero, subió al lavarropas y me miraba desde ahí, de coté y con cara de orto. Algo que nunca hizo ni volvió a hacer. Estuvimos 10 días afuera, durante los cuales recibió tres visitas. Le costó perdonarme después de mi regreso, casi una semana le llevó acercarse. No me esperaba detrás de la puerta a mi llegada, no se acostaba cucharita conmigo, me miraba con recelo. Ahora, para mi placer, ya somos los de antes. ¡Si me perdonó que, años atrás, la arrojara del piso 11 a una pileta del piso 10! (aunque eso le llevara años perdonármelo).
Como dije, me tomé un micro a Córdoba Capital la misma noche de mi último día en el laburo. Grande fue mi sorpresa al ver la cómica cara de asco que, en la terminal de Córdoba, puso el changarín al alcanzarme uno de mis bolsos desde dentro del baúl del micro. Se había abierto el aceite de motor, adentro era todo un relajo. Más de media hora dediqué a limpiarlo como pude para obtener una mejora de un 50%, es decir, aún estaba viscoso y maloliente el bolso y sus contenidos. El paquete de yerba orgánica y difícil de conseguir, nuevo, derechito a la basura. Ese bolso, que era en realidad una mochila de tanque, lo paseé por todo Córdoba sin poder usarlo.

La Morocha en pañales, emotivo reencuentro en Córdoba
Ya el primer tramo en taxi hasta el galpón donde se suponía estaba La Morocha fue una aventura. Era un barrio alejado cerca del aeropuerto, donde por un árbol caído y después por un arroyo que el chofer no esperaba encontrar dimos interminables vueltas en calles de tierra con nombres gentilicios. Yo estaba un poco nervioso, hasta que no viera a la Morocha sana y salva no se me iba a pasar. Temía que se hubiera golpeado durante el viaje. Al entregarla había visto lo amontonada que viaja la carga de esos camiones y no me había gustado nada. Para mi felicidad me la entregaron en pañales sin un rasguño. Después de amarrarle el equipaje y echarle aire, arrancamos saliendo de ese barrio con la moto tan cargada que parecía un tractor de dos ruedas jajaa! 

Camino del Cuadrado
La primera parada la hicimos en Río Ceballos para cargar chupi y morfi para la ruta. Yo llevé los guantes del Pochoclo (mi abuelo), unos antiguos de carpincho que había encontrado hace poco, los cuales se deben de haber encariñado con Río Ceballos (una ciudad a la que hace 30 años llevó mi abuela a mis primas de paseo pero a él no) porque se quedaron ahí para siempre. Al bajar de la moto los metí dentro del casco, al salir del almacén en la trayectoria del casco desde el asiento a mi sesera se los llevó Newton sin que me diera cuenta. Bah, me di cuenta al minuto y pegué la vuelta a los 500m, pero se los había llevado "una señora rubia" según dijo el almacenero sentado en la vereda chamuyándose a la vecina. La busqué dentro del radio que puede caminar una señora rubia en tres minutos, pero había desaparecido junto a los guantes que Newton le había regalado en la esquina del almacén.

Camino del Cuadrado
De Río Ceballos a La Falda hay una ruta nueva, asfaltada este mismo año, llamada "Camino del Cuadrado", que atraviesa una zona de sierras vigiladas por atentos cóndores. Me sentí igual que ellos, un puntito negro avanzando rápidamente en la inmensidad. La idea era llegar a Capilla del Monte, una ciudad a los pies del Uritorco, el 2º cerro más alto de Córdoba y de interesante fama. Cuentan sobre él y sus alrededores historias de OVNIS y extraterrestres, varias de las cuales refieren a una ciudad intraterrena (Erks) debajo del mismo. En una de las páginas de Capilla, estaba el dibujito de la montaña y de un platito volador que iba, venía y desaparecía, le faltaba la carita sonriente del marcianito saludando desde una ventana. Por lo visto, me podía encontrar con cualquier cosa. La idea era subir a la cima a hacer fotos la noche de luna llena, la noche siguiente a nuestra llegada, y después de dos días seguir a San Marcos Sierras.
Llegamos a Capilla pasando el mediodía, el sol estaba fuerte y debían de hacer unos 33-35º, pero rebotamos. A los pies del cerro se nos informó que (puesto que yo quería asegurarme antes que nada de que iba a poder subir la noche siguiente) de noche sólo era posible con guía, el cual nos cobraría el 8% de mi sueldo. Como el camino está bien señalizado y no es de alta dificultad según averigüé, ofrecí firmar algo haciéndome responsable de mi carne y mi esqueleto, porque son míos che, pero la joven señorita que nos atendió me dejó bien en claro que "siendo una propiedad privada, si yo entraba pasaba a ser de su propiedad". Las palabras de la piba, no mis dedos, fueron los que giraron la llave para que el motor de la Morocha se encendiera nuevamente cuando se calculaba que iba a tener su ya merecido descanso después de horas corriendo por las montañas.
-"Sigamos a San Marcos", le dije a mi compañera, "hay un camino de tierra que sale de acá y va todo por adentro."


¡Saborrr!
Mi idea fue genial, porque yo ya sabía que según el mapa el comienzo de esa ruta bordeaba el Dique el Cajón. Eso dejó atrás el desánimo que sentí al ver el río del Uritorco y por ende del camping totalmente seco sin una gota de agua, irradiando calor. Nos pasamos todo el día de playa. Después de unos 2km de ripio y serruchos nos metimos por una entrada que bajaba al dique. Encontramos sombra en un arbolito solitario cerca de la orilla, así que las horas más calurosas alternábamos la sombrita con zambullidas en refrescantes aguas calmas y deliciosas. 
Con los últimos soles emprendimos lo más campantes el camino fascinante que recorre serpenteante esos cerros alucinantes y vírgenes, durante el cual nos deslumbró la salida de la luna en el horizonte rosáceo. Aparecimos, horas después de lo calculado, por la parte de atrás de San Marcos Sierras ya entrada la noche.
Fascinante ruta de tierra que une Capilla del Monte con San Marcos Sierras
Continuará...

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